Hoy vengo a decirte que rescato de tu ausencia lo más bonito que me diste: el resplandor de tu esencia. Quizás he muerto en tu recuerdo, quizás he muerto en tu vida; pero tatué en mi alma un “te quiero” y lo celebraré con alegría.
Mas los astros aquí callan porque saben mi secreto, y es que le soy fiel a la razón aunque me castigue el corazón, y quede aquí en mi mundo yaciendo.
Sólo discúlpame, vida, por robar tus ojos y usarlos de inspiración; es que su luz es hermosa, son la más dulce bendición. Están tu voz en mi retina y tu pasión en mis labios. Y conquistaste mis ventiscas, aunque aún me pierdo de a ratos.
Me enseñaste maravillas del cielo y de la vida que jamás olvidaré. Y me incitaste a mejorar cada día, cada noche, con cada tierno amanecer. Y si me siento triste es porque me enseñaste a querer. Son tus suaves melodías las que me acompañan a ser fiel a mis creencias, a mis días, a mi ser y a este crecer.
Yo elijo si morir o seguir soñando. Mas me inclino por vivir, aún con tus regaños. Tan sólo quiero agregar que lamento si alguna vez te pude dañar. Jamás tuve la intención, jamás. Y aquellas lágrimas derramadas de felicidad yo las guardo en mis sueños porque lo sentí en verdad. No sé qué vendrá de ahora en más, pero dondequiera que estemos, te miraré en el rostro de mi cielo porque ahí es donde vives, mi ángel, mi vida, mi eterno lucero.
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