Buscando fervientemente en los cajones de metal herrumbrado,
sacole punta al diminuto lápiz color café.
Apenas si logro vislumbrar como garuas
entre aquellos pliegues oníricos donde te creé.
El insustancial recuerdo impalpable sólo perturba.
El deseo gélido que se retrotrae con la ausencia.
Porque no persigo una verdad.
Tú sólo perteneces a la eternidad.
Y somos el retorcido ensueño de la novela más trillada.
Somos alimento de la tristeza hecha palabras.
Somos entrañas y, de la nada, menudencias.
Somos restos de vacío, somos restos de esencia.
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